Capítulo 3. Mis hijas
Cuando uno quiere contar la historia de su familia hay que pensar en lo más cercano que tiene y esas son mis hijas Valeria y Ariadna. Dedicaré un capitulo a parte para Morgana, y espero no ofender a las primeras.
Es bueno aprovechar un libro para poder expresar todo aquello que muchas veces paso inadvertido en cada momento. Y es en este momento cuando queda reflejado en nuestra historia.
Nunca fui niñero, pero tuve claro que tendría que darlo todo en caso de que llegaran pequeñines a la familia. Mari si que era más niñera y creo que formamos una buena pareja de "poli bueno y poli malo". No hace falta decir quien es quien, cada uno que saque sus propias conclusiones. Valeria nació en el año 2002 y Ariadna 4 años después.
Creo que tuvieron una buena infancia, nosotros intentamos que no les faltará de nada, pero a la vez las hicimos comprender lo difícil que es tener lo que ellas tenían. Lo que más recuerdo es el tiempo que pude pasar con ellas durante todos esos años. Fui una persona afortunada de poder compartir mucho de su tiempo, y eso mereció y mucho la pena.
Ser profesor ayudó en este camino. Sus vacaciones eran las mías y por lo tanto poder disfrutar juntos de muchas experiencia. Vivencias que siempre tienen un hueco en mi cabeza y que iré desgranando en estas líneas. Viajes que realizamos, trayectos en coche a los distintos pabellones, a los entrenamientos, horas de estudios, paseos por la ciudad y un largo número de instantes que retumban como fotografías de un colage.
Nos unían varias aficiones, pero sobre todo el voleibol. Desde muy pequeñas me gusto que hicieran deporte y si era el mío mejor. Yo empecé a jugar desde muy pequeño y ellas me vieron jugar cuando eran pequeñitas. Es un buen deporte y estoy muy contento de que siguieran mi camino. Recuerdo que lo que terminó por unirnos fue el Colegio Aquila. En ese momento acabamos de aterrizar Ari y yo en VPM, Valeria dejó de jugar pues se iba a hacer el ERASMUS (cosas de la vida, al final no salió y se volvió a reenganchar), nos pusimos toda la familia a entrenar en dicho colegio. Chechu era un viejo conocido y me llamo para organizar el voleibol en el Club. Fueron años magníficos, de convivencias, entrenos, viajes, torneos, donde unas jóvenes jugadoras fueron madurando y convirtiéndose en personas adultas de la noche a la mañana.
En los estudios eran dos personas totalmente distintas, también en la vida. Valeria se lo tomaba todo muy a pecho, se agobiaba con los estudios, lo pasaba mal y nos tenía todos los días mareados cuando llegaban los exámenes. No lo llegábamos a entender, pues las notas eran brillantes. Ari era todo lo contrario, no se agobiaba por nada, siempre había tiempo para todo, y las notas tampoco eran malas.
La vida fue avanzando y fueron acabando sus respectivas carreras. Valeria tenía claro de trabajar en un instituto. Después de realizar las prácticas en el IES Jose Hierro de Getafe, trabajo como orientadora aunque siempre pensando en las oposiciones a la educación pública. En el colegio estaba muy contenta, además ayudaba con el club de voleibol, pero quería tener una estabilidad y mejor horario para cuando quisiera ser mama.
Ariadna terminó y se puso a trabajar en el colegio dando clase al Ciclo de Técnico Superior de Enseñanza y Animación Socio-Deportivo. La suerte la sonrió y en una ampliación de cooperativistas pudo entrar y con ello encontrar el camino que ella quería. Siguió con el voleibol en, ella es la coordinadora y además esta en la Junta Directiva del CLUB, buscando y apoyando nuevos proyectos.
La vida no nos había tratado mal y con los ahorros pudimos ayudar a que ellas tuvieran un transito a la vida adulta bastante cómodo. Uno de los vecinos quería vender su piso después de años de alquiler y nos hicimos con el. Las herencias llegarían tarde o temprano, Petri estaba cada vez más mayor y los míos no le andaban a la zaga.
Yo estaba a punto de jubilarme y la idea era irnos a vivir a Yuncos. Entonces los dos pisos quedarían para que ellas vivieran hasta que lo consideraran. Todo nos pillaba bastante cerca y podíamos disfrutar de ambas familias. No me referiré aquí a los miembros de ambas por su nombre solo por el número.
Valeria había tenido 3 hijos y la mayor , Tamara, ya era mama. Ariadna había esperado un poco más y tenia la parejita.
Formábamos un gran grupo, siempre lo fuimos. Yo había cedido en mi carácter, pero ellas siempre estaban cuando lo necesitábamos. Éramos afortunados, siendo adolescentes siempre sacaban tiempo para estar con nosotros, pasar días de vacaciones juntos, jugar al continental o la pocha, vivir todos juntos. Recuerdo cuantos campeonatos íbamos juntos, siempre ayudados por la "intendente" MARI.
Lo mejor, que no se obligaba, salía por ellas y eso me daba más felicidad.
Torrevieja y la Cumbre eran dos puntos de encuentro en verano magníficos para pasar unos días de descanso. No se podía estar eternamente, pero como recargaba las pilas. Todas criticaban, pero al final compramos algo mas grande ( y sobre todo más nuevo ) para poder estar todos juntos. No vendimos lo que teníamos, pues cuando estábamos solos era una delicia recordar tiempos pasados.
Parece mentira que cuando estaba acabando el libro Valeria estaba a punto de jubilarse, era abuela y seguía tan joven como siempre. Tenía un don para la gente, siempre son simpatía, con alegría. Era el pegamento ideal para cualquier reunión. Siempre discreta, pero a la vez con una presencia importante. El trabajo de orientadora le había dando mejores armas para tratar a las personas y eso ayudaba mucho cuando el grupo era numeroso.
Ariadna seguía manteniendo su espíritu deportivo en el cuerpo. Que pena unos centímetros de más , le hubiera dado para todo. Acabo jugando de libero y muy bien. Consiguió lo que se propuso y lo dejó cuando estimó oportuno. LIDERÓ su vida a su antojo, marco el camino que deseaba y eso se notaba cuando estabas ante ella. No era tan dicharachera como Valeria, hablaba lo justo (eso si , lo que opinaba lo defendía a muerte, a quien me recordará). Era la más Almendros y fue ella la que cambio a uno de sus hijos el apellido, aquel que da continuidad a la familia ( Valeria más tarde también lo hizo cuando nació su segundo varón).
Era con la que seguía chocando más, pero dice un refrán "el roce hace el cariño". Fue la que más siguió mis pasos o por lo menos parecidos y eso me llenaba enormemente. Eso me hizo mantenerme joven durante muchos años, ya que le ayudaba "siempre que ella me dejaba". Se que a ella le justaba, y alardeaba de padre como cuando era pequeña y yo era su entrenador. SIEMPRE ESTUVO DE MI PARTE y por eso la estaré eternamente agradecido.
Ya dije que no era muy niñero, pero para mi fueron mi mejor proyecto. Nunca salí de casa sin darlas un beso de despedida mientras ellas estuvieran, decirlas cuanto las quería y lo importante que eran para mi. Ahora siempre
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